“OTRO DIA NO TAN GRIS”
Por Guadalupe del Rocío Contreras Alba
Una
tarde más con la frente estampada en el cristal de una ventana, mirando las
nubes bloqueando el sol y como ese color gris cenizo que nubla la
visibilidad sobre los otros edificios.
Esa era la imagen que uno podía apreciar en la recepción de un despacho
jurídico, en el séptimo piso de un edificio del centro, sólo una chica
recepcionista esperanzada en el andar del reloj para poder marcharse a casa,
una chica de aspecto bastante sobrio que incluso uno podría decir mojigato,
cabello castaño claro con el pelo recogido un look bastante simple a primera
vista, pero si uno se tomaba unos cuantos minutos más en observarla se daría
cuenta de que su imagen era bastante meticulosa, ningún detalle descuidado,
ningún cabello fuera de lugar como una mujer típica después de una jornada
laboral debiera tenerlo. Al ver su mirada uno pensaría que la chica pensaba en cosas bastante
profundas no lo sé; política, problemas sociales, poesía o algún arte quizás,
lo cual resultaba ser una suposición equivocada. Esa mirada profunda pensativa
solo estaba fundamentada en preocupación con una pizca de angustia. Sandra, si,
así era su nombre si mal no recuerdo. Suena bastante gracioso que incluso su
nombre quedaba bien con su cargo, Sandra la recepcionista como si fuera la
protagonista de alguna historia absurda. En fin, resulta difícil pensar que a
esa chica le llegara a ocurrir algo lo suficientemente interesante como para
escribir una historia sobre ella.
Sandra
era una mujer joven de 22 años, vivía con su madre en un vecindario de clase
media alta, vivían de la pensión de su fallecido padre. Su madre devastada
desde la muerte de su esposo y del abandono de sus otros dos hijos se había
vuelto una mujer muy religiosa, seria, fría en gran proporción. Cuestionándose
y reprochándole a sus hijos el por qué se habían marchado dejándola sólo con
Sandra, lo repetía constantemente – Mis hijos son unos ingratos los crie por
mas de 20 años , les di todo y ahora no les pasa mi nombre por la mente ni una
sola vez, no llaman, ni mucho menos me visitan-. Lo hacia con rabia como si le
escuchasen, incluso cuando personas estaban en presencia doña Lucia lo decía
entre dientes. Se lo repetía a Sandra diario como un mensaje subliminal para
ella por si algún día se le ocurría dejarla como sus hermanos habían hecho.
Les
resultaría difícil distinguir si el trato que le daba a Sandra era un inmenso
amor de madre a hija o un intento por hostigar, reprimir, y controlarla para
mantenerla a su lado.
Sandra
despertaba a las 5:30 de la mañana de lunes a viernes, su madre le encendía la luz
del pasillo y la esperaba en la barra de la cocina con un desayuno
perfectamente balanceado como los que suelen mostrar en los comerciales o series de TV, mientras
ella se duchaba su madre revisaba su bolso para que no fuese a olvidar algo. En
una ocasión encontró un numero telefónico, en su mente se forjaron ideas sobre
el dueño de aquel numero – Espero que la niña no este visitando hombres en su
tiempo libre, eso podría distraerla ella no tiene tiempo para eso aun. Ella
debe estar enfocada en su trabajo no puede dejarse endulzar por un hombre que
probablemente no le dará la vida que merecemos-.
El teléfono no era otra cosa más que el número
de un restaurante de comida española pero como alguna vez escuché “Siempre
podrá más una duda que una razón”, la presencia de ese miedo a estar sola terminaba por hostigar a su hija. Es
entendible que una madre busca lo mejor para su hija, pero el oler su ropa
interior en busca de rastro de haber estado con algún hombre o prohibir que personas ajenas a la familia visitaran
a Sandra ya rallaba en lo absurdo.
La
vestía, la peinaba, incuso le limpiaba la boca al comer y la acompañaba a tomar
el autobús. Sandra entraba a las 7 de la mañana para cumplir con
un horario laboral de 8 horas, pero ese amor hacia su madre con sabor a
miedo y culpa la hacia doblar turno, después de cumplir con su primer horario
de trabajo comía en la oficina el bocado que mama le preparaba a diario mientras
que algunos de sus compañeros de trabajo salían, a comer o a un bar, ella se
quedaba sentada en su escritorio
comiendo a solas, esperaba con la vista en la ventana que su segundo turno
terminara para poder marcharse a casa donde su mama la esperaba con la tina de
agua caliente lista, y esa mundana y cruel pregunta “¿Qué tal tu día linda?”.
Así de
monótona era su vida, Si uno le preguntara “¿Qué hiciste hace dos días?” Ella
no lo recordaría y sólo respondería: lo mismo. Todos los días le sabían igual
pero al ir a su habitación, con una puerta sin cerradura para que su madre
pudiera entrar cuando ella quisiera, ella entraba entre las cobijas y ese
síntoma de asco se agrandaba, había días
en los que deseaba ya no despertar y cuentan sus almohadas y sabanas que en
algunas ocasiones cuando se cercioraba de que mamá dormía, sus manos recorrían
sus muslos y hacían cosas que para su madre hubieran significado excomunión,
creo que el retorcerse en la cama y apretujarlas colchas le daba ánimos para
levantarse al siguiente día.
Así
transcurría un tiempo más hasta que un extraño día, en el escritorio de frente
ella no veía la cara de Marisol la mujer que trabajaba con ella, en su lugar
había un hombre con una corbata mal
anudada acomodando sus pertenecías. Ella lo miraba nerviosa a pesar de que el
tipo no era como los de revistas y que no cumplía con los estándares de calidad
que pondría su madre a ella le seguía resultando interesante observar como
colgaba fotos de él y amigos en fiestas, fotos familiares etc. Sacó unas
figuras de plástico entre las cuales destacaba un Homero Simpson de plástico
con una pequeña rosquilla en la mano y un Álbum de Coldplay cuya portada era
una pintura de la revolución francesa. – ¿Te gusta? –preguntó.
Ella
sorprendida sólo apretaba su falda y no sabia que responder
– mmmm
¿quien?-
-Coldplay
¿los has escuchado?-
–
mmm no, no suelo escuchar música-.
– Entiendo,
Me llamo Sergio y ¿tú?-
–mmm,
Sandra –
Cuando
el formulaba la siguiente pregunta una
voz en la bocina lo detuvo – Todo el personal del séptimo piso del segundo
turno puede retirarse, su mobiliario será reemplazado por uno nuevo,
cerciórense de no dejar objetos personales en las gavetas y nos vemos aquí
mañana. Sergio maldijo –Mierda y comenzó a poner todas sus fotos y figuritas de
vuelta en la caja. Sandra se reía
discretamente mientras guardaba sus escasos artículos personales y se marchaba.
Tomó el ascensor hasta la entrada de edificio donde se quedó esperando, sólo
quería ver salir al chico nuevo, no pensaba hablarle ni mucho menos invitarlo a
algún lado ella sólo quería ver de nuevo su camisa desfajada y sus ojos
hinchados en señal de resaca.
Sergio
salió despidiéndose del vigilante de la entrada y deteniéndose en una maquina
expendedora, en el reflejo del cristal alcanzó a distinguir el rostro de Sandra
que le observaba desde unas bancas en la parte de atrás. Después de sacar la
golosina de la maquina dio media vuelta
y avanzo hasta Sandra con una sonrisa de media boca
-¿Esperas
a alguien? – Preguntó
- mmmm si a una amiga de mantenimiento pero ya
tardo en salir, creo que no vino hoy a trabajar –
- Entonces
acompáñame por un café o algo para comer – Esforzándose por disimular Sandra
aceptó mientras que en su cabeza le atemorizaba el que pasaría si su mamá se
diera cuenta que no estaba en la oficina.
Caminaron a un modesto establecimiento de comida italiana después de un
rissotto y un postre siguieron conversando a la vista de una botella de vino
blanco. A diferencia de otros días ella deseaba, pedía al reloj que dejara de
caminar aunque ella no decía mucho, no por falta de interés si no más por no
tener temas de conversación. Ella estaba fascinada escuchando las tonterías de
su compañía. Se cumplió su segundo horario de 8 horas y era tiempo de tomar el bus de regreso a
casa, se lo hizo saber a Sergio.
–Quedé
de verme con unos amigos en un bar a unas cuadras de aquí ¿por qué no me
acompañas y nos divertimos un rato?-
la chica comenzó a poner pretextos sobre
levantarse temprano y tener asuntos pendientes, Así que Sergio pidió la cuenta
y le dijo -esta bien, te veo luego-, Sandra pensaba que el insistiría mas por
lo que le sorprendió que este no lo hiciera así que al verlo cruzar por la
puerta lo alcanzó para arrepentirse y decir que si que lo acompañaría, lo que
su madre pensara o hiciera ya había pasado a segundo plano llegaron a un bar con un diseño bastante retro y
coqueto, en la entrada Sergio sin dudar o pensarlo siquiera, la tomo de la mano a lo que Sandra fingió no importarle.
Después
de un par de minutos las amistades de Sergio se escucharon atreves del salón
saludaron y Sergio aplicó el típico procedimiento de presentarles a Sandra la
cual se sentía fuera de lugar e incomoda uno sugiere que era por su inseguridad, para su fortuna las personas con las que
compartía la mesa y a las que no les aceptaba los tragos eran extrovertidas y
trataban de incluirla a la conversación.
Mas
tarde Sandra se puso de pie rumbo al
tocador como lo nombran las mujeres y detrás de ella una de las amistades de
Sergio que respondía al nombre de Lena la siguió. En el baño mientras Lena se
polveaba la nariz le ofreció a Sandra un cigarro a lo que Sandra no aceptó – Lo
siento, ¿te molesta si yo fumo? – No,
está bien - Mientras encendía el cigarro Lena le pregunto a Sandra sobre su
estado civil o si Sergio le resultaba atractivo. Mientras Sandra pensaba en una
respuesta coherente Lena sujetó sus manos y comenzó a besar su cuello despacio
avanzando entre mordiscos y besos, Sandra se quede inmóvil y temblando, Lena se
acercó a su boca para besarla en vista de que no oponía resistencia, le susurro
al oído cierra los ojos y nerviosa Sandra lo hizo, cerró los ojos mientras Lena le colocaba una capsula en los
labios para que al besarla ella la tragara,
-Ábrelos –Le dijo, sonrió y se marcho del baño. Sandra se acomodó el
cabello mientras trataba de recuperar el ritmo de su respiración para poder
salir aparentando que no pasaba nada al llegar a la mesa nerviosa retomo su
lugar cuando Sergio la miro –¿Vienes con nosotros? Iremos a casa de Efraín
nosotros te llevaremos a tu casa más tarde. Automáticamente ella respondería
que no pero temía que lo que había tomado en el baño hiciera efecto en casa y
entro en pánico por lo que respondió con un si. Al llegar al apartamento
alguien la sujetaba de la mano mientras las luces del alumbrado publico se
movían y danzaban, Sandra noto que Lena sujetaba su mano mientras caminaba en
un estado mas deplorable que el suyo. Entraron al apartamento y no dieron
importancia alguna a la conversación que se llevaba acabo en la sala sólo siguieron
avanzando hasta llegar a una habitación donde Lena bloqueó la puerta con una
silla y pasó lo que ese día estaba
destinado a pasar. Nadie hizo preguntas ni suposiciones por que los ahí
presentes sabían que había sucedido. Al despertar en la mañana la cruda moral en Sandra era inmensa, y
después de rebuscar pretextos y excusas en su
cerebro, dejó escapar una sutil sonrisa. Ahora sabía que la próxima vez
que alguien le preguntara que había hecho
el jueves pasado ella iba a sonreír y respondería
–
Nada-
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