miércoles, 3 de abril de 2013

"OTRO DIA NO TAN GRIS"


“OTRO DIA NO TAN GRIS”
Por Guadalupe del Rocío Contreras Alba

Una tarde más con la frente estampada en el cristal de una ventana, mirando las nubes bloqueando el sol y como ese color gris cenizo que nubla la visibilidad  sobre los otros edificios. Esa era la imagen que uno podía apreciar en la recepción de un despacho jurídico, en el séptimo piso de un edificio del centro, sólo una chica recepcionista esperanzada en el andar del reloj para poder marcharse a casa, una chica de aspecto bastante sobrio que incluso uno podría decir mojigato, cabello castaño claro con el pelo recogido un look bastante simple a primera vista, pero si uno se tomaba unos cuantos minutos más en observarla se daría cuenta de que su imagen era bastante meticulosa, ningún detalle descuidado, ningún cabello fuera de lugar como una mujer típica después de una jornada laboral debiera tenerlo. Al ver su mirada uno pensaría  que la chica pensaba en cosas bastante profundas no lo sé; política, problemas sociales, poesía o algún arte quizás, lo cual resultaba ser una suposición equivocada. Esa mirada profunda pensativa solo estaba fundamentada en preocupación con una pizca de angustia. Sandra, si, así era su nombre si mal no recuerdo. Suena bastante gracioso que incluso su nombre quedaba bien con su cargo, Sandra la recepcionista como si fuera la protagonista de alguna historia absurda. En fin, resulta difícil pensar que a esa chica le llegara a ocurrir algo lo suficientemente interesante como para escribir una historia sobre ella.
Sandra era una mujer joven de 22 años, vivía con su madre en un vecindario de clase media alta, vivían de la pensión de su fallecido padre. Su madre devastada desde la muerte de su esposo y del abandono de sus otros dos hijos se había vuelto una mujer muy religiosa, seria, fría en gran proporción. Cuestionándose y reprochándole a sus hijos el por qué se habían marchado dejándola sólo con Sandra, lo repetía constantemente – Mis hijos son unos ingratos los crie por mas de 20 años , les di todo y ahora no les pasa mi nombre por la mente ni una sola vez, no llaman, ni mucho menos me visitan-. Lo hacia con rabia como si le escuchasen, incluso cuando personas estaban en presencia doña Lucia lo decía entre dientes. Se lo repetía a Sandra diario como un mensaje subliminal para ella por si algún día se le ocurría dejarla como sus hermanos habían hecho.
Les resultaría difícil distinguir si el trato que le daba a Sandra era un inmenso amor de madre a hija o un intento por hostigar, reprimir, y controlarla para mantenerla a su lado.
Sandra despertaba a las 5:30 de la mañana de lunes a viernes, su madre le encendía la luz del pasillo y la esperaba en la barra de la cocina con un desayuno perfectamente balanceado como los que suelen mostrar  en los comerciales o series de TV, mientras ella se duchaba su madre revisaba su bolso para que no fuese a olvidar algo. En una ocasión encontró un numero telefónico, en su mente se forjaron ideas sobre el dueño de aquel numero – Espero que la niña no este visitando hombres en su tiempo libre, eso podría distraerla ella no tiene tiempo para eso aun. Ella debe estar enfocada en su trabajo no puede dejarse endulzar por un hombre que probablemente no le dará la vida que merecemos-.
 El teléfono no era otra cosa más que el número de un restaurante de comida española pero como alguna vez escuché “Siempre podrá más una duda que una razón”, la presencia de ese miedo a estar sola  terminaba por hostigar a su hija. Es entendible que una madre busca lo mejor para su hija, pero el oler su ropa interior en busca de rastro de haber estado con algún hombre o  prohibir que personas ajenas a la familia visitaran a Sandra ya rallaba en lo absurdo.
La vestía, la peinaba, incuso le limpiaba la boca al comer y la acompañaba a tomar el autobús. Sandra entraba a las 7 de la mañana para  cumplir con  un horario laboral de 8 horas, pero ese amor hacia su madre con sabor a miedo y culpa la hacia doblar turno, después de cumplir con su primer horario de trabajo comía en la oficina el bocado que mama le preparaba a diario mientras que algunos de sus compañeros de trabajo salían, a comer o a un bar, ella se quedaba sentada en su  escritorio comiendo a solas, esperaba con la vista en la ventana que su segundo turno terminara para poder marcharse a casa donde su mama la esperaba con la tina de agua caliente lista, y esa mundana y cruel pregunta “¿Qué tal tu día linda?”.
Así de monótona era su vida, Si uno le preguntara “¿Qué hiciste hace dos días?” Ella no lo recordaría y sólo respondería: lo mismo. Todos los días le sabían igual pero al ir a su habitación, con una puerta sin cerradura para que su madre pudiera entrar cuando ella quisiera, ella entraba entre las cobijas y ese síntoma de asco se  agrandaba, había días en los que deseaba ya no despertar y cuentan sus almohadas y sabanas que en algunas ocasiones cuando se cercioraba de que mamá dormía, sus manos recorrían sus muslos y hacían cosas que para su madre hubieran significado excomunión, creo que el retorcerse en la cama y apretujarlas colchas le daba ánimos para levantarse al siguiente día.
Así transcurría un tiempo más hasta que un extraño día, en el escritorio de frente ella no veía la cara de Marisol la mujer que trabajaba con ella, en su lugar había un hombre con una  corbata mal anudada acomodando sus pertenecías. Ella lo miraba nerviosa a pesar de que el tipo no era como los de revistas y que no cumplía con los estándares de calidad que pondría su madre a ella le seguía resultando interesante observar como colgaba fotos de él y amigos en fiestas, fotos familiares etc. Sacó unas figuras de plástico entre las cuales destacaba un Homero Simpson de plástico con una pequeña rosquilla en la mano y un Álbum de Coldplay cuya portada era una pintura de la revolución francesa. – ¿Te gusta? –preguntó.
Ella sorprendida sólo apretaba su falda y no sabia que responder
– mmmm ¿quien?-
 -Coldplay  ¿los has escuchado?-  
– mmm  no, no  suelo escuchar música-.
– Entiendo, Me llamo  Sergio y ¿tú?-
–mmm, Sandra –
Cuando el  formulaba la siguiente pregunta una voz en la bocina lo detuvo – Todo el personal del séptimo piso del segundo turno puede retirarse, su mobiliario será reemplazado por uno nuevo, cerciórense de no dejar objetos personales en las gavetas y nos vemos aquí mañana. Sergio maldijo –Mierda y comenzó a poner todas sus fotos y figuritas de vuelta en la caja.  Sandra se reía discretamente mientras guardaba sus escasos artículos personales y se marchaba. Tomó el ascensor hasta la entrada de edificio donde se quedó esperando, sólo quería ver salir al chico nuevo, no pensaba hablarle ni mucho menos invitarlo a algún lado ella sólo quería ver de nuevo su camisa desfajada y sus ojos hinchados en señal de resaca.
Sergio salió despidiéndose del vigilante de la entrada y deteniéndose en una maquina expendedora, en el reflejo del cristal alcanzó a distinguir el rostro de Sandra que le observaba desde unas bancas en la parte de atrás. Después de sacar la golosina de la maquina dio media vuelta  y avanzo hasta Sandra con una sonrisa de media boca
-¿Esperas a alguien? – Preguntó         
-  mmmm si a una amiga de mantenimiento pero ya tardo en salir, creo que no vino hoy a trabajar –
- Entonces acompáñame por un café o algo para comer – Esforzándose por disimular Sandra aceptó mientras que en su cabeza le atemorizaba el que pasaría si su mamá se diera cuenta que no estaba en la oficina.  Caminaron a un modesto establecimiento de comida italiana después de un rissotto y un postre siguieron conversando a la vista de una botella de vino blanco. A diferencia de otros días ella deseaba, pedía al reloj que dejara de caminar aunque ella no decía mucho, no por falta de interés si no más por no tener temas de conversación. Ella estaba fascinada escuchando las tonterías de su compañía. Se cumplió su segundo horario de 8 horas  y era tiempo de tomar el bus de regreso a casa, se lo hizo saber a Sergio.
–Quedé de verme con unos amigos en un bar a unas cuadras de aquí ¿por qué no me acompañas y nos divertimos un rato?-
 la chica comenzó a poner pretextos sobre levantarse temprano y tener asuntos pendientes, Así que Sergio pidió la cuenta y le dijo -esta bien, te veo luego-, Sandra pensaba que el insistiría mas por lo que le sorprendió que este no lo hiciera así que al verlo cruzar por la puerta lo alcanzó para arrepentirse y decir que si que lo acompañaría, lo que su madre pensara o hiciera ya había pasado a segundo plano llegaron  a un bar con un diseño bastante retro y coqueto, en la entrada Sergio sin dudar o pensarlo siquiera,  la tomo de la mano  a lo que Sandra fingió no importarle.
Después de un par de minutos las amistades de Sergio se escucharon atreves del salón saludaron y Sergio aplicó el típico procedimiento de presentarles a Sandra la cual se sentía fuera de lugar e incomoda uno sugiere que era por su inseguridad,  para su fortuna las personas con las que compartía la mesa y a las que no les aceptaba los tragos eran extrovertidas y trataban de incluirla a la conversación.
Mas tarde  Sandra se puso de pie rumbo al tocador como lo nombran las mujeres y detrás de ella una de las amistades de Sergio que respondía al nombre de Lena la siguió. En el baño mientras Lena se polveaba la nariz le ofreció a Sandra un cigarro a lo que Sandra no aceptó – Lo siento,  ¿te molesta si yo fumo? – No, está bien - Mientras encendía el cigarro Lena le pregunto a Sandra sobre su estado civil o si Sergio le resultaba atractivo. Mientras Sandra pensaba en una respuesta coherente Lena sujetó sus manos y comenzó a besar su cuello despacio avanzando entre mordiscos y besos, Sandra se quede inmóvil y temblando, Lena se acercó a su boca para besarla en vista de que no oponía resistencia, le susurro al oído  cierra los ojos y  nerviosa Sandra lo hizo, cerró los ojos  mientras Lena le colocaba una capsula en los labios para que al besarla ella la tragara,  -Ábrelos –Le dijo, sonrió y se marcho del baño. Sandra se acomodó el cabello mientras trataba de recuperar el ritmo de su respiración para poder salir aparentando que no pasaba nada al llegar a la mesa nerviosa retomo su lugar cuando Sergio la miro –¿Vienes con nosotros? Iremos a casa de Efraín nosotros te llevaremos a tu casa más tarde. Automáticamente ella respondería que no pero temía que lo que había tomado en el baño hiciera efecto en casa y entro en pánico por lo que respondió con un si. Al llegar al apartamento alguien la sujetaba de la mano mientras las luces del alumbrado publico se movían y danzaban, Sandra noto que Lena sujetaba su mano mientras caminaba en un estado mas deplorable que el suyo. Entraron al apartamento y no dieron importancia alguna a la conversación que se llevaba acabo en la sala sólo siguieron avanzando hasta llegar a una habitación donde Lena bloqueó la puerta con una silla y  pasó lo que ese día estaba destinado a pasar. Nadie hizo preguntas ni suposiciones por que los ahí presentes sabían que había sucedido. Al despertar en la mañana  la cruda moral en Sandra era inmensa, y después de rebuscar pretextos y excusas en su  cerebro, dejó escapar una sutil sonrisa. Ahora sabía que la próxima vez que alguien le preguntara que  había hecho el jueves pasado ella iba a sonreír y respondería
– Nada-


 


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