“Una vida difícil”
Por Aldo Hugo Santoyo Saavedra
Corría el año de 1960 y una pareja se había
casado. Ella llamada Rocío, una joven de un aspecto
estupendo: delgada, alta, ojos de color verde, un cuerpo envidiable; el esposo,
llamado Gabriel, de aspecto robusto, alto, moreno, con una mirada que podía
devorar el alma de una persona y la vez cautivarla, un joven dedicado a la
carpintería para solventar sus estudios en la normal superior.
La familia de ella no aceptaba que se hubiera
casado con Gabriel, ya que ellos eran acomodados y tenían diversas propiedades,
dedicados a la agricultura y la ganadería, personas con pensamientos misóginos,
ideas de fanatismo incontrolable sobre la religión católica; mientras que la de
Gabriel era una familia pobre, una familia humilde dedicada a la carpintería, conformada
de personas que se esforzaban para seguir adelante, pero muy pocos de ellos
siguieron los estudios. Gabriel lo había conseguido, después de haber estudiado
en la normal superior en Guanajuato, era
maestro pero lo difícil apenas había comenzado, lo habían mandado a una
comunidad lejos de sus hermanos y
hermanas, lejos de su ciudad natal, aún más grave, lejos de su nueva familia,
separado de su esposa.
Él vivía en Jerécuaro dando clases, haciendo
lo que en realidad le apasionaba, pero habiendo pasado unos cuantos meses, la
soledad lo agobiaba; este motivo lo
movió a regresar por su esposa a la
comunidad donde ella vivía. Los padres de ella al no estar de acuerdo con esta
idea se opusieron, pero esto no fue un obstáculo para ellos. Como pudieron se
las arreglaron para ponerse de acuerdo y en una noche de octubre, con una luna
con una luz diferente a la de todas las noches anteriores, esa noche el volvió
decidido para volver por ella e irse a vivir juntos. Ella sin pensarlo tuvo el
valor suficiente para poder afrontar a su padre frente
a frente. Y sin pensarlo se fue de su casa, al irse, su padre enojado no
quiso volver a saber nada de ella y mucho menos de él.
Al irse los dos lejos de sus familias y
comenzar una nueva, decidieron ir a Guanajuato, pudo haber sido una simple
coincidencia o tal vez esa decisión sería algo más, algo predestinado, tal vez
en ese momento ellos no pensaban eso. Solo era el simple deseo de estar juntos.
Una decisión que cambiaría la vida de muchas personas. Al estar en Guanajuato su
vida no era fácil, el dinero que ganaba Gabriel no les era suficiente, ella
esperaba en casa a que llegara Gabriel, tenía una rutina típica una mujer que
se dedicaba a ser ama de casa, se levantaba muy temprano, preparaba el
desayuno, dedicaba mucho tiempo para hacer las tortillas a mano, ya que en esa
época no había los aparatos para hacerlas de forma rápida. Después del
cansancio que le causaba su rutina, salía a
distraerse, a despejar su mente con la diversidad que presentaba el
centro de la ciudad. Podría pasar todo el día ahí, pero su compromiso marital
le demandaba regresar a su rutina que para ella casi siempre era aburrida,
mientras que a él no le aburría su rutina y prefería estar más tiempo en la
escuela enseñando cosas nuevas a los alumnos que en ese tiempo no siempre eran
de una misma edad . Se podía encontrar a señores, señoras y algunos cuantos ancianos
decididos tomando clase junto a unos
niños de apariencia humilde, escasos recursos, algunos de ellos con un gesto en
su cara de tristeza, pero lo que a él le llamaba más la atención era el deseo
de todos ellos por aprender algo nuevo, ese mismo deseo que los impulsaría a
mejorar su vida.
Un día mientras exponía su clase, el
respondió a una pregunta que le había hecho una de sus alumnas más
sobresalientes y esmeradas, una pequeña niña con una mente ágil y una actitud sin igual. Esta pregunta
fue: “Profesor ¿Cuál es la mejor motivación?”, el profesor Gabriel se quedó
callado por muy poco tiempo y casi sin pensarlo respondió “La necesidad”.
Asombrados, sus alumnos, que pensaban que el venía de una familia acomodada.
Ante esta reacción el profesor Gabriel no se demoró por contar su historia,
pero antes de esto hizo una pregunta a todos los presentes, esta pregunta fue:
“¿Enserio quieren saberla?”, los alumnos emocionados contestaron que sí,
Gabriel al ver su entusiasmo empezó a contar su historia, la vida que había
llevado, los momentos malos y buenos, aunque más malos que buenos, los días que
no comía debido a su pobreza, o en aquellos que apenas tenía para alimentarse,
las noches que pasaba durmiendo en el piso de su casa, el no tener ropa o
juguetes como los otros niños, esto no
tuvo mayor importancia en el, ya que él había aprendido que la vida trataba de
eso, de disfrutar de las cosas tan
simples aunque fueran solo por una vez. A lo largo de su vida él supo cómo
concentrar todos los sentimientos que guardaba
y así poder enfocarlos en algo bueno y no dejarse llevar por ellos. Los
alumnos quedaron boquiabiertos, no esperaban tal historia, algunos de ellos se
sintieron identificados debido su situación, un par de niñas comenzó a llorar
con tal historia, pero Gabriel estaba seguro que esto le había servido a él y
también a ellos ahora que lo escucharon, ese día fue especial para algunos.
Habían pasado unas cuantas semanas, se
acercaba el invierno y por consiguiente la primera navidad que esta nueva
familia pasaría. Esto alcanzaba para alegrar la actitud de ambos ya que cerca
de donde habitaban corrían varios rumores. Estos rumores eran dichos y esparcidos
por dos ancianas decrépitas, con una actitud pesimista ante la vida, dos
ancianas simples y vulgares, tenían tal bajeza que eran conocidas por todo el
vecindario, todos los vecinos estaban enojados por las cosas que circulaban a
tal punto que esperaban el día en que estas dos viejas murieran y dejaran de molestar a cualquier
persona que pasara frente a ellas. Esta vez los rumores los habían alcanzado,
debido a que en el vecindario en que vivían circulaba el chisme de que Gabriel
se perdía en vicios, de que malgastaba su dinero en alcohol, y otras cosas sin
sentido alguno. Rocío, al escuchar esto y ser señalada mientras caminaba por
una calle, se sintió perpleja, paralizada, no sabía qué hacer, hizo lo primero
que se le vino a la mete, así que corrió por varias calles hasta llegar a su
casa, al estar su casa solo hizo una cosa, esperar en una silla frente a la
puerta a Gabriel para desmentir los
rumores sobre él. Pasaron varias horas y
Gabriel no aparecía en la entrada de su casa, pasó la hora de la cena pero ni
la necesidad de comer interrumpió los pensamientos que rondaban su mente sin
dejarla descansar, era hora de dormir, su cuerpo suplicaba por estar en la cama
descansando, ella siguió esperando, pero después de unas horas más no resistió
y cayó rendida ante el cansancio. Cuando llego Gabriel la encontró dormida en
la misma silla en que ella estaba esperando, lo único que hizo fue moverla a la
cama, la cobijó, le dio un beso en la frente y se retiró, puesto que faltaban
pocas horas para que amaneciera y la escuela en la que trabajaba estaba retirada
de su hogar, y después fue a seguir con su trabajo, pero aún no entendía por
qué Roció estaría en una silla. Mientras viajaba en el autobús que lo llevaría
a la comunidad donde se encontraba la escuela, seguía pensando en Rocío, sin
saber que varios rumores sobre él eran el pan de cada día de las ancianas de su
vecindario y de algunas personas chismosas.
Llegó la mañana y con ello la hora de
despertar de Rocío. Cuando despertó no supo cómo llegó a la cama, lo que aún le
intrigaba era que no pudo hablar con Gabriel y tampoco sabía si él había venido
a su casa, lo supuso al pensar que
él había llevado a ella a dormir, y
también al ver que no estaban sus cosas que usaba para dar clases; su portafolio,
los zapatos nuevos, y su camisa preferida. Al ver que no estaban estas cosas su
mente tomó control y de nuevo estaba en paz aunque fuera solo por un instante.
Pasaban semanas, día tras día era lo mismo.
Rocío ya no soportaba algo más, tenía que saber que pasaba, necesitaba oír una
respuesta por parte de Gabriel. Un día al levantarse tomó una decisión, no aguantaba ni un segundo más con
la vida que llevaba, la burla por sus vecinos le carcomía en sus entrañas, sus
ojos ya podían derramar más lágrimas, su mente se perdía entre pensamientos de
soledad, tristeza y ansiedad, solo había una solución para ella, necesitaba hablar con Gabriel. Ese mismo día pasó algo
atípico para ella, por fin él se había aparecido frente a ella, cuando ella lo
vio a los ojos sus ojos no aguantaron más, sus lágrimas corrían con tal
facilidad, su cuerpo temblaba, no había necesidad de que su boca se abriera, de
que se pronunciaran las mismas preguntas que Gabriel esperaba. Ante esto él no
pudo hacer nada, sentía un vacío y la vez quería dar una razón la cual no
había, su mente lo engañó y no tuvo otra opción más que aceptar todos los
rumores, ella solo dijo una cosa antes de tomar sus cosas e irse, la única
palabra que dijo fue: ¿por qué?, él no supo que decir, no tenía preparado
ningún absurdo pretexto con el cual convenciera a ella para tener una razón más para quedarse,
sólo bajó la cabeza y ella se retiró por la puerta. Por esa misma puerta en el que él esperaba a
Rocío cada día después de regresar de su trabajo, su conciencia acababa con él,
el rencor y remordimiento propio lo volcaron a llevarse a una depresión
sustentada en vicios. Pasaron semanas y su vida era peor, vivía en la miseria,
mientras tanto Rocío estaba viviendo con su familia, su padre burlón no la
quería más en su casa, la trataba peor de lo que se trataba a un animal, la
alimentaba miserablemente. Ella sólo soportó ese trato por una semana, decidió irse
de nuevo a Guanajuato, sin saber qué situación vivía Gabriel y ante el pésimo
trato de su padre y la humillación, se dirigió a tomar un camión con dirección
a Guanajuato, pasaron unas horas y ella se encontraba en la ciudad que la
calmaba, con personas que la afectaban y
otras que la querían y admiraban. Caminó hasta la que era su casa, un humilde
hogar, cuando llegó vio la puerta abierta y encontró a Gabriel en el peor
estado que lo podía haber hallado, lo ayudó y lo llevó hacia al hospital más
cercano, su vida corría peligro, después de ser atendido su vida aún corría
peligro, y a Rocío solo le quedaba más que esperar a que Gabriel despertara de
ese sueño profundo en el que se encontraba sumergido. Día tras día Rocío lo
visitaba para ver cómo se encontraba y no daba signos de mejoría, después de un
mes por fin volvió a estar en estado consiente, él no sabía porqué se
encontraba en ese lugar, estaba alterado, roció al oír sus gritos entro a la
habitación en la que estaba, él al verla tuvo un minuto de calma pero no sabía qué hacer, ya que se
sentía decepcionado por su comportamiento. Esa misma noche él le prometió que
jamás volvería a volver a los vicios, que cambiaría por ella.
Paso un año, un año que fue largo para los
dos, las cosas no pintaba de la mejor manera ya que pareciera que no hubo tal
cambio prometido, esto hizo que Rocío se sintiera impotente. Mientras tanto
Gabriel pudo volver a su trabajo, pero las cosas se habían complicado debido a
que lo cambiaron de escuela y ahora su vida con Rocío tendría más complicación,
ya que dicha escuela nueva no se encontraba en la ciudad y ahora tendría que
viajar una comunidad más alejada. Ella al saber esto no tuvo más opción que
aceptarlo. El primer mes fue bastante difícil para los dos, más para Gabriel ya
que los viajes eran largos, al llegar a la comunidad preguntó por dicha
escuela, al saber dónde se encontraba se dirigió a ella y al caminar se dio
cuenta de que las personas eran bastante humildes, era tal la pobreza de ese
lugar, que muchos estaban graves de salud y muchos otros sin un lugar en donde
pasar la noche. Después de un mes se hizo de varios amigos y de conocidos, el
hecho de enseñar a los hijos de todas esas personas era un honor para él.
Un día una mujer se acercó a él, era una
señora de aspecto demasiado humilde, no se veía por qué una joven como ella
hablaría con él, ella duró unas hablando con él, sorprendido, se fue del lugar
y volvió a casa, llego con Rocío y le hablo de algo que le había sucedido.
Rocío quedo impactada con tal información
Así que él le pidió que le acompañara en su siguiente visita a la
comunidad. Al llegar los dos a la comunidad buscaron a dicha señorita en el
lugar que ella le había dicho a Gabriel, ahí se vieron y ella tapada con un
rebozo ocultaba algo, algo que no todas las personas se atreverían a cuidar,
así es era un pobre e inocente bebé, no lo dudaron y captaron la propuesta de
la señorita, ya que ella ya no podía cuidarlo, el bebé de unos días de nacido
no sabía lo que ocurría, pero su madre sabía que su vida sería mejor con ellos.
Gabriel y Rocío no sabían qué decir, estos ahora sus nuevos padres tenían que
superar un nuevo obstáculo para poder dar a un joven otra nueva oportunidad en
este mundo.
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