sábado, 13 de abril de 2013

"MIS DEMONIOS Y YO"


“MIS DEMONIOS Y YO”
Por Alicia Amelia Murillo García
Era una noche fría, la más fría de todas las noches para mí,  me encontraba dormida, cuando recuperé el sentido me di cuenta de inmediato que algo andaba muy mal, me senté al lado de la ventana de la torre mas alta de un castillo, observé las estrellas. Como todas las noches, esperaba ansiosa la señal que tanto deseaba desde hace tanto tiempo, soñaba con lo que mi propia vida llegaría a ser si tan sólo llegara la señal esperaba.
El chillido de la puerta para entrar a la torre y los pasos en la inmensa escalera que conducían a mi habitación, mi cuerpo entero estaba totalmente paralizado y era recorrido por dolor y frío como jamás lo había sentido, intenté pedir ayuda pero todo fue inútil, algo venía por esas escaleras y de repente esos ruidos me hicieron regresar a la realidad.
Ahí venia de nuevo, la puerta se abrió y el gran perro negro del miedo, asomó su cabeza y me buscó en la penumbra, sus ojos me buscaban sin encontrarme, pasaron varios minutos en las que lo único que ocupaba mi mente era una terrible desesperación. De la desesperación pasé al terror.
Cuando de repente una voz ronca y fuerte salió de la boca del perro del miedo y me dijo
-                     Que estás haciendo.
Con miedo y dudosa le contesté.  – Espero la señal para salir de aquí.
El perro se expresó con mucha fuerza – No debes y no puedes salir de aquí.
Yo sabía que había una forma de salir de esa torre en donde me encontraba encerrada, empecé a caminar y dar vueltas viendo la forma en que me iría de esa lugar tan frio, solo y oscuro. El perro solo me observaba, sus ojos rojos contrastaban de manera impresionante con su cuerpo negro y resaltaban notablemente en el centro de su cara.
Me sentía muy intimidada siempre ante su presencia, el perro me habló nuevamente y me dijo -el que me encargó tu persona fue muy inteligente ya que yo soy el mejor guardián y aquí nada te pasará. 
Muy insegura por no saber que contestarle salió sin pensar una palabra que solo yo escuché
                    No  me puedes tener aquí encerrada para siempre, necesito ser libre.
A lo que el gran perro me contestó con su voz molesta – ¿Qué dijiste?
Yo titubeante le dije –nada.
-Nunca podrás salir de aquí- dijo el perro de manera aterradora, a lo que me quede aterrada y petrificada.
-                     Afuera hay muchos peligros y aquí conmigo estás a salvo, dijo el perro caminando hacia la puerta, azotándola, no se escuchó que me encerrara, entonces me había dado la forma de salir de ese lugar tenebroso, pero el perro sabía que no me iba a ir a ningún lado ya que era muy miedosa para salirme de su protección. Regresé a la ventana a seguir contemplando el inmenso y hermoso cielo con su gran luna que iluminaba todo, menos aquella torre donde me encontraba yo. Suspiré profundamente, preguntándome ¿cuándo sería libre? ¿cuando vería la gran señal?

Siempre era la misma historia, sentarme a ver la noche y yo encerrada, esperando esa maldita señal,  cualquiera que fuera la señal, que se caiga una estrella fugaz, o que por lo menos salga el sol, siempre me quedo en la penumbra y nunca amanece para mí.

Estoy cansada, harta, aburrida y muerta de frío, me armé de valor, me acerqué a la puerta que el gran perro del miedo no había cerrado, mi mano temblorosa se acercó a la manija de la puerta para intentar abrirla, y cual fue mi sorpresa, pude abrirla, bajé las grandes escaleras corriendo.
-¡Ay Dios mío, por fin lo logre, soy libre! Seguí con el miedo encima pero no dejaba de correr y no volteaba atrás, solo me preguntaba, ¿A qué hora me va a salir el gran perro del miedo para volverme a encerrar en esa habitación?

Mis pensamientos estaban confusos, era libre al fin, pero, y ahora ¿Qué iba a hacer? Nunca había salido de ese cuarto.
Al llegar abajo a la puerta principal, me percaté que el perro estaba postrado en la gran puerta, levantó su cara y el brillo de sus ojos rojos se fijó en mí.- ¿Que está pasando aquí?
Conteste titubeante como siempre ante las cuestiones de la vida-  Me voy de aquí.
Sabía que me diría lo mismo de siempre: “No puedes hacer eso”.
Se levantó del camino  y me dijo muy asustado: ¿Cómo que te vas? ¿Qué voy a hacer yo sin ti? ¿A quién voy a cuidar? Me sentía cansada de estar encerrada junto al perro del miedo, quería hacer algo con mi vida. Pero todo éste chiste radica en que no puedo salir porque soy presa del miedo.




-                     Me voy – le dije al perro

Con voz miedosa y titubeante el gran perro me contestó- ¿Cómo que te vas? No sabes a los peligros que correrás allá afuera.

Con gran valor le dije- ¿Cómo un gran perro como tu puede tener miedo de las cosas que existan afuera?

Como podía tener miedo ese perro que según estaba para cuidarme, ahora me doy cuenta el miedo no es tan fuerte y temible como lo pintan. Fue entonces cuando le propuse al perro escaparnos juntos, ya que si no me dejaba salir de esa gran oscuridad, pues saliéramos los dos a ver que había detrás de esos bosques, el perro como era de pensarlo, lo dudó y se negó, agarré fuerzas de no sé dónde y lo tomé por su pata y le dije, tenemos que irnos de aquí, el perro, cerró los ojos y me dijo, si me prometes que no me pasará nada me voy contigo, y yo con el miedo encima le contesté: Te lo prometo, (aquí lo que contaba era la seguridad, ya que ni yo sabía lo que iba a pasar).

En mis pensamientos confusos aún me preguntaba lo que siempre he sabido, (en algún momento de mi vida he pensado que el éxito se mide con la aprobación de los demás, que para unos el éxito es el dinero, para otros la fama, bueno cada quien tiene sus significado de éxito) mi vida entera ha estado a la aprobación de lo que es bueno y malo para la gente, no hagas esto porque está mal, no hagas lo otro porque está mal.





Seguían estos pensamientos mientras salía con el perro de aquel gran castillo.
(Que seas buena en todos los aspectos, y quien se ha portado bien conmigo, si a cambio de buenas acciones he recibido puñalada tras puñalada) pensaba mientras me seguía aleando de ese encierro en el que estaba. Sentí como que me quitaba una venda de mis ojos, como si hubiera estado en un sueño profundo y apenas estaba despertando.

Mientras nos seguíamos alejando más, más me sentía libre (el pánico ante los ojos de muchos es una limitante, y este para mí también era, el llevar la contra a personas era para mí estar mal).

Por fin estábamos fuera y lejos, pero, ¿Qué me espera?, estaba emocionada pero con mucho miedo. Decidimos dormir un poco, porque con el miedo que nos cargábamos tanto el perro como yo, estábamos exhaustos.

Al día siguiente me desperté en medio del bosque pero lejos de esa gran oscuridad, era una mañana cálida (nada que ver con la noche fría de ayer) el sol era hermoso, los pájaros cantaban alegremente, (¡cuándo se iban a escuchar pájaros en aquel terrible lugar lleno de soledad!). Me estiré y me dije: “Que fea pesadilla he tenido”, a lo cual el gran perro me dijo- No fue una pesadilla-
-¿Qué? Le conteste

El perro me dijo -estamos fuera del castillo, tuviste el valor de irte de esa esclavitud,
-pero, ¿Cómo? ¿Yo fuera de esa torre? no lo podía creer, pensé.



Mi primer demonio estaba conmigo a mi lado, creo que este demonio llamado “Miedo” es el más grave, ya que éste no nos deja hacer nada, realizar nuestros sueños, nuestras metas, el decirle a alguien que lo amamos, no por el miedo que nos da al rechazo, de pronto el miedo caminaba conmigo en ese inmenso bosque, mi vida estaba llena de dudas, miedo e ira. Que detrás de todo esto esta una chica indefensa y temerosa de todo.

Seguía caminando pero no podía seguir, el miedo y la frustración me invadieron, a lo cual le dije al perro, - ¿Sabes que, perro?, Quiero regresar al castillo, a mi cuarto, a que me sigas cuidando, tengo miedo y no me atrevo a seguir sola-
El perro volteó y me vio con sus ojos grandes y rojos y me dijo – Estás loca, todo lo que has hecho para que te des por vencida, digo yo soy el que tiene miedo no tú-
-¿Pero cómo puedo sobrevivir a un mundo donde no sé qué hacer?

El miedo siempre me ha amarrado para hacer lo que yo había querido,  y aún tengo miedo de todo, caminamos y caminamos por el sendero que yo sentía que dábamos vueltas y vueltas hasta que me paré y le dije al perro

-Siento que estamos caminando en círculos, a lo que él respondió

-Si ya lo sentía, pero aquí estamos seguros ¿no crees?

Al seguir caminando nos encontramos un águila en el camino, el perro la vio y se escabulló atrás de mi, el águila se dirigía hacia nosotros con mucha velocidad, venía hacia a mí con el afán de comerme creí, el águila se detuvo ante mí, el perro temblando atrás de mi, a lo que le dije- ¿no eras tú el que me cuidaría?

El águila se nos acercó y se presentó ante nosotros, - soy el águila de la ira.

-¿El águila de la ira? ¿Y para qué queremos un águila de la ira?
El águila contestó- soy la ira que sientes cada vez que te hacen daño y no te puedes desquitar.

Claro, ahora comprendo, cada vez que tú apareces, siento un coraje horrible cuando me lastiman, pero dime para que te necesito, si no puedo sacarte cuando más lo deseo.

El águila contesto- sí, me sacas a relucir en tus sueños, las veces que has soñado que le haces daño a esas personas que quieres.

-Tú eres una chiquilla que no sabe decir que no y eso hace que la gente se aproveche  de tu buena voluntad, y cuando te hacen cosas malas entra tu águila oculta, a la que muchas veces le echas la culpa de lo que sientes, de las ganas que tienes hasta de matar a las personas que te hacen ese daño, - y que hago ante esta ira que siento- respondí
- Entonces nos acompañaras en esta travesía mía-
- Así es- respondió el águila
- Muy bien entonces tu nos guiaras por el camino, ya que te puedes elevar y ver hacia donde debemos ir.

Entonces el águila se elevó con sus grandes e imponentes alas negras y vio el camino que se debía seguir- síganme- dijo el águila

El perro dijo – ¿vas a seguirle? ¿Vas a confiar en ella?
-Si vamos, andando, ¿que nos puede pasar?
-Ok, voy detrás de ti, si tu confías confiaré en ti- respondió el perro negro y grande.

Los dos primeros días pudimos explorar aquel gran bosque que rodeaba el castillo, la ira cada día la iba haciendo parte de mí, como al perro que ya lo sentía mío, entonces a mi lado iba la ira y el miedo, aquí me sentía libre, ya que mis sentimientos más feos dos de ellos estaban a mi lado, sin reprimirme ante ellos, ante el que dirán de la gente.

En mis pensamientos nacía la impotencia, el odio por todas aquellas personas que me hacían daño y nos les podía regresar algo de lo que me daban, el sonreír ante ellas después de sus puñaladas.
Bueno creo que estos dos satanancillos estarán conmigo por el resto de mi vida, solo quiero poder controlarlos para poder hacer mi vida, feliz sin que me afecten los comentario de otras personas, pensé.

Ahora que pude salir de ese gran castillo donde estaba encerrada, con mis amigos incondicionales la ira y el miedo.

Seguimos caminando, pero yo ya tenía hambre, nos detuvimos para buscar algo que comer, el perro corrió un poco por la pradera, a oler las flores que estaban ahí. Yo, un poco molesta, por el hambre que tenía, el perro seguía oliendo y jugando con las flores, cuando de repente se escuchó una vocecita, el perro levantó la cabeza y me miró, del orificio derecho de su nariz salían dos pequeñas piernitas que se movían desesperadas.

-Sáquenme de aquí- se escuchó

El perro peló más los ojos al oír la vocecilla que le retumbaba en la cabeza.
El perro tenia a alguien metido en su nariz, todo espantado como es costumbre, empezó a gritar, - ¿Qué hago?

-Tienes que soplar- dijo el águila

El perro inhaló por la boca, aguantó un poco el aire, cerró los ojos y sopló fuertemente, de su nariz salió rodando hasta detenerse con un árbol un duendecillo.

-Perdón niño no te vi- dijo el gran perro

- No soy un niño, soy el duendecillo de la envidia.- dijo el hombrecillo

- ¿el qué?- contestamos todos.
-El duendecillo de la envidia-
Otro de mis demonios internos,
-¿Y tú qué haces aquí?- contesté
- Vengo a acompañarte en esta travesía, hacia la comprensión de todos nosotros, el que te hace sentir “Desagrado, pesar, tristeza, que lo concibes en el ánimo, del bien ajeno. – dijo el hombrecito.
-Y ¿de qué me sirves aquí?, creo que la envidia que yo siento es buena y no hago daño a nadie – contesté un poco molesta
- Solo tú lo descubrirás, y creo que no hay envidia buena o mala, solo es envidia y ya- respondió el pequeño hombre-
Otra vez hablaba en mi mente, como sabré si en verdad hago daño a alguien queriendo lo que creo merecer
-                     La envidia es falta gravísima, cuando te incomoda y angustia a tal grado el bien o los bienes materiales del otro- El duendecillo dijo.
-                     Como me voy a dar cuenta que es mala la envidia si todo mundo la siente por una u otra cosa.
-                     La envidia es uno de y tus tantos demonios que no te deja liberarte de esas cadenas que te atan-
-                     Pero eso es un demonio de toda la gente tiene, no solo yo, ¿por qué me quieres enseñar a controlarla si todo mundo siente envidia?
-                     Todos tus demonios ahora expresados libremente por ti son malos, menos el miedo, ya que él puede ser bueno, ya lo entenderás con el tiempo- dijo el duende.
El hambre se me había quitado, al igual que al perro, el águila y ahora el duendecillo.
Decidimos seguir caminando, hasta encontrar el fin a mis miedos, a la ira que siento y la envidia que me causan algunas cosas.
Me sentí libre porque comprendí que el miedo me hace alejarme de cosas que me pueden causar daño, ahora entendía por qué el duendecillo me dijo que el miedo era bueno. Entendí que debo quitar la ira que a veces siento en mí que a la gente nunca le vas a dar gusto y que va a seguir dando puñaladas por detrás, lo que debo aceptar es que no soy perfecta y que no debe afectarme el que digan de mí o el hagan, al fin y al cabo cada quien tiene lo que merece, y la envidia es el que me hizo ver muchas cosas, todo mundo siente envidia, hasta es un pecado capital, que en realidad no es tan mala por que la sociedad, nunca está satisfecha de lo que se tiene, así que en lo que a mí respecta, me esforzaré por conseguir lo que yo quiero cada día.
Seré mejor persona cada amanecer y agradecerá cada anochecer por lo que se me ha otorgado y por lo que no se me ha otorgado, porque como mencioné, “Todos tenemos lo que merecemos”






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